sábado, 23 de octubre de 2010

Fragmentos de cursos: Pensamiento político español en el siglo XX (ii)

El Estado en España: un enigma histórico

Retrato de Felipe V que cuelga
del revés en el Museo del Almudí
de Játiva. Expiación simbólica por
el ataque a la ciudad y la derogación
los fueros del Reino de Valencia
Europa, decía Álvaro d'Ors, es la consecuencia de una herejía cristiana. Europa es también, por otro lado, sinónimo de "estatalidad" (Staatlichkeit) y Estado. El Estado, instancia neutral y soberana, refleja la ruptura de la unidad política y espiritual de la Cristiandad. Sostén y defensora de la misma quiso ser, a sus propias expensas, la Monarquía de España o hispánica, particularmente después de la Paz de Westfalia. Una atención especial merecería la reseña del proceso que conduce al fracaso del proyecto de estatificación incoado por los Reyes católicos. El historiador Luis Suárez se refiere a ese hito como "la prematuración del Estado en España". En efecto, la impronta aragonesa, la profunda impregnación religiosa determinada por los siglos de la Reconquista, así como el encuentro con las tierras americanas, tenía que impedir necesariamente que la habitud de la comunidad política española cuajara como Estado.
La Unión de Armas intentada en 1642 por el Conde-Duque de Olivares y, en el siglo siguiente, los sucesivos Decretos para dar Nueva planta a la Monarquía fracasaron también en el empeño de hacer de España un Estado. El proceso de la estatificación se complicará en el siglo XIX, pues por un lado, a partir de la sublevación del pueblo contra Napoleón, irrumpe la nación española en la política patria (nacionalismo); por otro lado, sin embargo, se afirma la voluntad de dar a la nación una constitución escrita (a la que el liberalismo de cuño regalista atribuye un plus sobre la cosntitución histórica o prescriptiva). Así, el constitucionalismo es la forma de afirmarse en España, no siempre de manera consciente, el gran proyecto (secularizador) de la estatificación.
Bandera de la II República española.
La Revolución francesa acabó la obra
de Luis XIV y Franco la del régimen
repúblicano de 1931
Ni Cánovas ni más tarde Maura, uno de los grandes políticos desaprovechados por España y, seguramente, un verdadero hombre de Estado, consiguen desanquilosar la Monarquía y descuajar sus vicios. La dictadura de Primor de Rivera, que se quedó en el expediente clásico del encargo o comisión implícita en toda constitución, escrita o prescriptiva, atisbó el verdadero desafío cuando ya la Asamblea nacional, que nació muerta, no podía hacer nada.
La II República llégó con vocación de Estado, pero fracasó supeditada al proyecto ideológico o pseudorreligioso del socialismo. Puede resultar irónico, pero fueron Franco y el Régimen de las Leyes fundamentales los responsables de la estatificación de la agotada monarquía. El Estado franquista configuró una Administración neutral y dio a España, por primera vez, la habitud de Estado, como recordaba Javier Conde en un discurso revelador.